En apenas tres años, Campeche ha acumulado más de 38 mil rituales de exorcismo, una cifra que no tiene comparación en el resto del país y que ha convertido al estado en el principal escenario de estas prácticas religiosas. La cantidad es tan elevada que, en promedio, se realizan cientos de ceremonias cada semana en parroquias y monasterios de la región.
El incremento ha sido tal que algunas comunidades, como las cercanas a Huayamón, reportan hasta 800 liberaciones en una sola semana. Ante la avalancha de solicitudes, la Iglesia católica ha recurrido incluso a herramientas tecnológicas como aplicaciones móviles y líneas telefónicas para coordinar la atención de fieles que aseguran estar bajo influencia demoníaca.
La situación se intensificó desde la pandemia, cuando familias enteras acudieron a templos en busca de ayuda espiritual para enfrentar lo que interpretaban como ataques malignos. Desde entonces, la demanda no ha disminuido y se ha normalizado la realización de rituales masivos con decenas de participantes en un mismo acto.
En contraste, la magnitud registrada en Campeche supera ampliamente a otros estados: Querétaro apenas documentó 960 casos en un año, mientras que en Morelos se contabilizaron alrededor de cien entre 2022 y 2025. La diferencia refleja no solo una mayor práctica ritual en Campeche, sino también la falta de diagnósticos médicos en una población que prioriza lo religioso sobre la atención psiquiátrica.
Aunque los protocolos de la Iglesia exigen descartar enfermedades como esquizofrenia o epilepsia antes de realizar un exorcismo, especialistas advierten que muchas de las conductas atribuidas a posesiones —gritos, movimientos involuntarios, fuerza desproporcionada o rechazo a símbolos religiosos— corresponden a padecimientos clínicos. Sin embargo, la preferencia de los creyentes ha mantenido la práctica en constante crecimiento.
El auge de exorcismos también se alimenta de un fenómeno cultural más amplio. La popularidad de películas, libros y contenidos en redes sociales sobre demonios y posesiones ha reforzado en la población la idea de que lo maligno forma parte de la vida diaria. En Campeche, esta visión se entrelaza con tradiciones religiosas y prácticas locales, consolidando un terreno fértil para la expansión de los rituales de liberación espiritual.






