La sequía que afecta a la Península de Atasta, en Campeche, está dejando graves consecuencias en la acuicultura de Puerto Rico, donde los acuicultores enfrentan niveles alarmantemente bajos en los jagüeyes que abastecen a la comunidad.
Desde marzo, los 20 jagüeyes que sustentan la producción acuícola de la zona han perdido más del 50% de su capacidad, lo que pone en peligro no solo la producción de mojarras, sino la supervivencia de la actividad económica que depende de ellos.
Florentino Morales Reyes, presidente de la Unión de Pescadores y Acuícolas del municipio de Carmen, explicó que en la última semana los productores han sufrido la muerte diaria de entre cinco y diez mojarras debido a las altas temperaturas del agua y la falta de oxígeno. Aunque los jagüeyes de la zona cuentan con profundidades de hasta siete metros, solo hay entre tres y cinco metros de agua en muchos de ellos, lo que hace más difícil la oxigenación necesaria para la vida de los peces.
El problema no es nuevo, ya que la falta de lluvias es un fenómeno recurrente en la región desde finales de 2023. Sin embargo, Morales teme que la crisis empeore en 2025, superando los efectos de la sequía que ya afectó a la comunidad el año pasado.
La situación ha llegado a un punto crítico. Los acuicultores no cuentan con los recursos necesarios para abastecer de agua a los jagüeyes, y las bombas de oxigenación, aunque una opción, no resultan viables sin agua suficiente. “Nos hemos dedicado a esto por años, pero ya no sabemos cómo hacer frente a esta situación”, afirmó Morales, quien también destacó que las autoridades locales aún no han ofrecido una solución concreta para evitar mayores pérdidas económicas.
A pesar de las solicitudes de apoyo, Morales lamentó que las autoridades no hayan visitado la comunidad para evaluar la situación y coordinar acciones preventivas. Incluso, se esperaba que antes de la Semana Santa se tomaran medidas para apoyar a los productores, pero no hubo respuesta.
Ante la falta de apoyo institucional y el temor de que la sequía continúe, los acuicultores luchan por salvar lo que queda de su producción, a pesar de los riesgos personales al ingresar a los jagüeyes en busca de las mojarras restantes. Para los habitantes de Puerto Rico, esta crisis es más que un desafío económico; es una amenaza para su sustento y forma de vida, que podría dejar a cientos de familias sin trabajo si no se toman medidas urgentes.






